sábado, 23 de junio de 2012


DIARTROSIS
Las superficies articulares pueden ser planas, cóncavas, convexas y con apariencia de poleas; pero siempre que en uno e los huesos existe una superficie articular cóncava en el opuesto la superficie de relación es convexa, y esto, como en las máquinas, tiene especial significación en la determinación de los movimientos de una pieza sobre la otra.
Las superficies articulares están revestidas de una lámina de cartílago llamado de incrustación o articular, el cual se caracteriza por su solidez y notable flexibilidad, estando destinado a suavizar los roces y presiones; su superficie libre es blanquizca y pulida; su extensión y grosor está en relación con el deslizamiento y la presión que debe soportar,
siendo, por término medio, de 1 a 2 mm. Los cartílagos articulares están constituido por tejido cartilaginoso hialino.
Contribuyendo a mantener en posición a las partes duras, sujetándolas e impidiendo que se separen, se encuentran unas formaciones fibrosas que van de uno a otro hueso, denominadas ligamentos. De acuerdo a su posición, éstos son: periféricos, interóseos y a distancia. Los periféricos se hallan inmediatamente por fuera del borde de las superficies articulares, constituyendo el manguito fibroso o cápsula articular (por ejemplo, en la
articulación del hombro). Los interóseos se disponen entre ambos huesos, tendidos de una a otra superficie articular (articulaciones del carpo y del tarso), y los ligamentos a distancia unen regiones óseas más o menos alejadas entre sí (por ejemplo, el ligamento tendido entre la clavícula y la apófisis coracoides). 



A veces, las cavidades articulares se hallan ampliadas por formaciones fibrocartilaginosas que se aplican total o parcialmente a su contorno: son los rodetes o fibrocartílagos marginales. Las formaciones hasta aquí descritas dejan, todavía una cavidad articular entre las superficies óseas; dicha cavidad se encuentra revestida interiormente por una
fina membrana, la sinovial, que segrega una especie de lubricante denominado sinovia, líquido untuoso, amarillento y salado, que favorece el deslizamiento de las superficies articulares.
Estas son las partes características más constantes de las diartrosis. Buenos ejemplos de este tipo de articulación los tenemos en la de los huesos del hombro, los de la cadera, del codo, de la rodilla, de la cabeza con la columna vertebral, de los dedos, etc.











En las diartrosis pueden producirse cuatro clases de movimientos: deslizamiento, rotación, oposición y circunducción.
El deslizamiento, que es común a todas las formas de diartrosis, “consiste en la dislocación de las superficies articulares una sobre otra, sin abandonarse”.
En la rotación el hueso gira en el sentido de su longitud (húmero).
La oposición consiste en mover el hueso “alternativamente en dos sentidos opuestos:
hacía adelante y hacia atrás, o hacia adentro y hacia afuera”; en el primer caso tenemos los movimientos de flexión y extensión, y en el segundo los de aducción y abducción: en la flexión el hueso se mueve hacia adelante y en la extensión hacia atrás; en la aducción el hueso se acerca al cuerpo y en la abducción se aleja de él.
La circunducción resulta de la combinación alternada de los cuatro movimientos de oposición, y al realizarlos el hueso describe un cono virtual cuyo vértice coincide con la articulación. Por ejemplo, es el caso del húmero o hueso del brazo, pues con él puede
realizarse sucesivamente los movimientos de abducción, extensión, aducción y flexión (movimiento de arrojar el lazo). 


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